La frase es de Alfredo Barragán, capitán de la expedición Atlantis. A mí me la dijo Betty, capitana por naturaleza.
Hace mucho que quiero escribir sobre ella, sobre Ale y sobre Sebas, pero por H o por B (o por V o por J o por la letra que sea), no encontraba las palabras justas para describir tanta grandeza. No sé si las hallé (ni siquiera sé si existen), pero voy a intentar escribir sobre algo en lo que los vocablos resultan insuficientes.
Los tres son ejemplos de que nada es imposible, porque el poder radica en el espíritu y no en lo físico o contextual. Definitivamente, fueron ellos quienes me hicieron comprobar que los límites son mentales.
Un lunes, en apariencia como cualquier otro, Sebas me preguntó (en una de las taaaaaaaaantas pausas que nos hacíamos trabajando) qué había hecho yo el fin de semana. Algo así como"Estudié, hablé con mi familia, fuí a misa, trabajé" emanó de mí como obvia respuesta, seguida de un curioso "¿y vos?". "Yo fuí a Buenos Aires a ver a los Piojos, no sabés lo bueno que estuvo", contestó Sebas con la energía que lo caracteriza.
Sebas tiene 30 años. Desde los 20 está en silla de ruedas. Muchos rogarían tener sólo alguna de las propuestas de trabajo que él recibe, gracias a su tenacidad y capacidad. Es una de las personas más inquietas que conozco. Y eso no es nada: ojalá algún día escuches de su boca sus anécdotas en Brasil o en cuatriciclo en la playa. No está loco; está vivo.
Nunca nadie me hizo sentir tan cómoda en un trabajo como Betty. Te estoy hablando de una de las personas más atentas que conozco. Trabajar con ella siempre hizo las jornadas más entretenidas y mucho más "hogareñas". Por un lado, cierta situación motriz que no he logrado descifrar la hace estar acompañada de una especie de bastón cuyo nombre desconozco (pero sinceramente, uno lo olvida completamente porque Betty va y viene conversando, trayendo, más que simplemente cafés, su buena compañía). Por el otro, cierta grandeza espiritual cuyo nombre también desconozco la ha hecho ser, según el propio Sebas, la "Maradona del nado" en la Argentina. Demás está especificar el nivel de logros en dicho deporte al que me refiero.
La noticia que en otro momento yo hubiese pasado por alto en el diario fue motivo de inmensa felicidad para Alejandra: a partir de ahora y por vez primera, muchos colectivos marplatenses tienen rampas para quienes, como ella, hacen todo lo mismo que vos y yo, pero desde una silla de ruedas. La sonrisa en su rostro mientras me contaba tal acontecimiento quedó marcada a fuego en mi memoria. Imagino que fue la misma sonrisa que tuvo cuando ganó y participó en tantos Panamericanos y Juegos Olímpicos mundiales. Ah sí, son imperdibles sus fotos representando a Argentina en natación en Atlanta '96, Sidney 2000, Brasil no recuerdo qué año, Atenas 2004, México quién sabe cuándo, etcétera etcétera etcétera. Y ni hablar de los resultados.
Cuando pienso en ellos, automáticamente aparecen en mi mente las palabras Admiración, Fortaleza, Magnanimidad (todas con mayúsculas). Y no son milagros: son personas que sólo se diferencian de otras en que hacen de todo menos bajar los brazos (de ahí deriva la imagen que elegí para este posteo). Son quienes llevan la grandeza en el único lugar en que tal cualidad puede permanecer: en el espíritu. Y simplemente eso es lo que hace todo sea alcanzable.
Dicen que lo que Dios nos saca de un lado nos lo da de otro. O, lo que se puede entender de igual manera: cuando se cierra una puerta, Dios siempre nos abre una ventana. Muchos nunca han tenido problemas en sus piernas y sin embargo no pueden, no saben o no quieren seguir. Otros, como Sebas, Ale y Betty avanzan con una herramienta mucho más potente: la fe en ellos mismos. Esa es la única capacidad (por cierto, gran capacidad) que los diferencia de otros. Y es una de las tantas razones por las que son tres de las personas que yo más admiro sobre la faz de la Tierra.
A los tres, gracias por tanta enseñanza.